19 Junio 2012
En el meollo
Desde que nací pude imaginar mundos invisibles y reconocer la naturaleza de energías circundantes. A veces cuando una persona estaba sonriendo en realidad esa persona generaba una energía fría muy inhumana que representaba un destino negativo innato tal como devenir plenamente alerta contra cualquiera como si una se topase con una enemiga. Esto fue obviamente derivado de la historia pasada y como supe que el concierto de Idaki Shin resolvería esto en nada siempre he dicho a cualquiera que topase venir a participar en su concierto. Quienes decidieron experimentar su concierto podían efectivamente cambiar su vida. Sin embargo alguna gente rehusaba hacerlo sólo con una mirada a su pasquín. Vista desde la naturaleza humana su conducta era difícil de comprender para mí, y tristemente imaginé destino negativo morando en su vida. En Irán antes del concierto de Idaki Shin fui tratada estrictamente como mujer en el andamiaje de la religión islámica y nadie me dio una tarjeta de visita. Sin embargo tras haber celebrado nuestro concierto, el corazón de cada cual fue unificado y sonrió al de cada cual ya que fronteras y diferencias en género, religiones, etc., habían desvanecido. Nunca olvidaría cuán unánimemente expresamos nuestra alegría puramente como seres humanas. He estado organizando globalmente nuestro concierto ya que supe que el estado de unanimidad cardiaca que la gente experimentase en nuestro concierto sería la base para realizar una paz global. Cualesquiera problemas serían resueltos y malentendido sería evitado tanto como gente cooperase y discutiese para encontrar una vía para permitir a cada cual seguir viviendo en felicidad basada en respeto mutuo y reconocimiento de la naturaleza humana. Tras nuestro concierto cada cual parecía brillantemente brillante con una sonrisa y vigor que llenaba el espacio circundante con tibieza humana. La gente necesitaba esto ya que la atmósfera y energía de un espacio fuese determinada por las condiciones gentilicias presentes. Para mi tristeza doquier en Japón veía muchos espacios bellamente dispuestos con energía gentilicia muy fría. En tal ocasión reconocí la necesidad de celebrar nuestro concierto. Un producto no era diferente de gente quien lo manufacturase, así que si productores y personal de venta estuviesen llenos de energía humana su mercancía comercial devendría una muy enérgica, parecería brillantemente brillante, y contribuiría a reconstruir nuestro país. La cosa básica era que la gente siguiese siendo ser humana. Desarrollaría lo experimentado en el concierto de Idaki Shin y seguiría creando un futuro maravilloso lleno de esperanza.