KEIKO KOMA net

7 Septiembre 2009

Gran tierra del Japón septentrional

Mientras que el concierto de ayer de Leyendas de Koguryo Redescubiertas fue un hecho crítico para la historia de la humanidad, hoy conduje a Hirosaki, en el norte del Japón, disfrutando de amenos vientos otoñales y luz solar. Los dibujos de nubes blancas en el cielo azul eran muy bellos y se parecían a mis dibujos de mentizajes. Sentí la energía dinámica de gente antigua y un sueño puro de una criatura linda que me hizo especular acerca de mi vida. El ocaso dramático hizo bello el cielo grande con un exquisito color rojo y fui profundamente tocada al tiritar con gran placer de estar viva. Después del ocaso el cielo quedó un azul profundo que parecía tener profundidad infinita. De repente una flecha de luz atravesó nuestro camino y muchas estrellas empezaron a lucir bellamente. Recordé la estrella desde mucho más allá del mundo nuestro que vi cuando visité Aomori en mi adolescencia como último viaje escolar. Reconocí la presencia de un ser grande que siempre me había ayudado cuando estaba sufriendo mucho. Mi vida efectivamente estaba llena de asombro. Lo que había considerado como un mundo mucho más allá del cielo ahora estaba aquí con nosotros. Era el mundo nuevo donde la humanidad seguiría viviendo. La flecha de luz parecía contarme la llegada de una era nueva. Fui llenada de esperanza por el futuro de nuestras vidas. Quedé resuelta a seguir organizando cuantos más conciertos de los nuestro pudiese, para abrir el futuro de la humanidad. Un verano feroz había acabado y ahora estábamos en otoño, la estación de dar frutos.