KEIKO KOMA net

12 Oct. 2011

Lycoris radiata

 

Una flor de lycoris radiata fue vista en mi jardín casero y estuvo brillando brillantemente bajo un rayo de sol otoñal y conmovió mi corazón. Alcé una voz de brindis. Mientras me acerqué cuidadosamente a ella, su belleza transparente parecía haber llevado lo que llamé un viento de Koguryo en otoño que me hizo reconocer de una vez que la muerte no fuese un fin, una alma humana fuese eterna, y que numerosas almas de gente estuviesen colaborando juntas con nosotras para crear un futuro glorioso. Recordé que cuando llegué a saber que el fundador de Koguryo, el rey Tomei, hubiese nombrado su primer castillo en el Monte Gojo un árbol santo que estuviese estirándose infinitamente hacia el cielo, sentí que el tiempo se hubiese parado y grité ‘¡Idaki!’ ya que la visión del rey Tomei tuviera el mismo significado que lo que yo comenzara en mi vida. Cada cual de nosotros había imaginado la misma vida ideal y mientras yo fui todo el camino hasta África para abrir un futuro para la humanidad, el rey Tomei había construido una dinastía nueva para que cada cual viviese una vida verdaderamente feliz y vigorosa. La flor roja en mi jardín me dijo esto. Me gustaría agradecer a alguien el hecho de ser provista con un momento especial para crear un país nuevo que debiese permanecer próspero por la eternidad.