KEIKO KOMA net

21 Jan. 2011

 

Elegancia

En el ocaso observé la silueta brillantemente brillante del monte Fuji, que obviamente manifestaba una divinidad. Tras el ocaso, una luna creciente en el cielo nocturno también ilustró el monte Fuji, para hacerlo parecer aun más glorioso. Mi vida y corazón temblaron ante la escena bella y dudaron ante la naturaleza misteriosa del estar viva. Recordé que haría unos veinte años yo había visto una escena similar cuando descendiera del monte Sinaí en Egipto, tras haber observado el amanecer en su cima. Realicé un mundo divino que me permitiría seguir viva para siempre bajo la luna creciente brillando brillantemente llena de atmósfera para crear cuentos legendarios. Estuve de pié observando la escena olvidando toda la fatiga del alpinismo. Sentí gran agradecimiento por estar viva y por haber encontrado un mundo divino. Desde entonces, esta memoria bella fue perpetuada en mi mente y hoy temblé al haber encontrado la manifestación de un mundo divino en Japón, con el monte Fuji y la luna creciente.